21 octubre 2015

Diagnostico

En la penumbra de un consultorio, se desplegaba una conversación cargada de misterio. El paciente, un hombre sumido en la incertidumbre, yacía en la camilla mientras confesaba:

-Sufro de una hipersecreción de las glándulas sudoríparas al verla caminar, doctor.

Su voz era un murmullo tembloroso, un eco de su desasosiego.

-También mi presión arterial se dispara y la taquicardia se apodera de mí al oír su voz, sin siquiera advertir su presencia.

Un suspiro atemorizado se escapó de sus labios.

-Estoy sumamente preocupado, doctor. Pierdo la noción del tiempo cuando ella está cerca; debe ser algo neuronal, ¡casi lo olvido!

Se incorporó súbitamente, como impulsado por una fuerza invisible.

-Creo padecer un trastorno del habla; mis palabras se fragmentan en repeticiones involuntarias.

El médico, con una expresión de intriga, arqueó las cejas.
- ¿Nunca antes había experimentado algo así? -indagó el doctor con cautela.

Nunca. Nunca había sentido tal cosa. Dígame, doctor, ¿qué tengo? ¿Cuál es su diagnóstico?

El médico, tras una pausa que pareció eterna, terminó de anotar en su libreta. Con un ademán teatral, rodeó el diagnóstico con círculos concéntricos.

-Señor, lo que usted tiene... es amor, en su forma más pura y complicada.

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