22 octubre 2015

Café por las mañanas

En la intimidad de su cocina, una pareja de recién casados se disponía a desayunar. El esposo, absorto en la lectura del periódico, no percibía más que las letras impresas que anunciaban con dramatismo: “Astronauta es olvidado en la luna”. La joven esposa, en un intento de captar su atención, inquirió con dulzura:
- ¿Te preparo el café?

El silencio fue su única respuesta, el hombre seguía inmerso en las noticias del cosmos. Ella, sin un ápice de conflicto, insistió:
-Oye, ¿te preparo el café?

Al cambiar de página, él finalmente contestó:
-Depende.

Intrigada, ella preguntó:
- ¿Depende de qué?

-Con una sonrisa pícara, él explicó:
-De tu estado de ánimo. Si estás alegre, el café resulta exquisito; si estás molesta, el sabor se amarga. Así que, querida, todo depende de ti.

Con una resolución inesperada, ella se levantó y, como despojándose de toda preocupación, se desvistió, quedando al descubierto ante la mirada atónita de su esposo. Sin pronunciar palabra, comenzó a preparar el café: agua caliente, azúcar, taza y cuchara. Con cada movimiento, emanaba una confianza serena. Al terminar, llevó la taza a la mesa y lo retó:
-Pruébalo y descubre mi estado de ánimo.

Él, con una mezcla de sorpresa y admiración, tomó la taza y probó el café. Mientras levantaba el periódico, una sonrisa se dibujó en su rostro, un gesto que decía más que mil palabras. Continuó saboreando su café, en un silencio que compartía el secreto de su felicidad.

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