11 octubre 2023

En la oscuridad del Bosque

Aeris estaba aferrándose a la antorcha que apenas le daba algo de luz. A lo lejos, Aeris era un pequeño destello, como una estrella fugaz en la noche sin luna. Ella lloraba en silencio y sin atreverse a hacer ruido, continúo caminando hasta encontrar alguna salida, temiendo enfrentarse con algún peligro eminente. De pronto, escuchó un crujido detrás de ella, como si algo se moviera entre las sombras. Se giró rápidamente y alzó el escudo que llevaba en la espalda, preparada para defenderse.

En la oscuridad, distinguió una silueta negra, más negra que la noche misma. Era algo grande y monstruoso, con unos ojos rojos que la miraban fijamente. Aeris sintió un escalofrío en la espalda, era el fin, estaba segura. Pero no iba a rendirse sin luchar, sacó su espada y se enfrentó al horror que la acechaba.

El monstruo rugió y se lanzó sobre ella, intentando aplastarla con sus garras. Aeris esquivó el ataque y le asestó un golpe en el costado, haciendo que la sangre brotara de la herida. El monstruo se retorció de dolor y le dio un coletazo a Aeris, tirándola al suelo. Aeris se levantó con dificultad y vio que el monstruo se preparaba para darle el golpe final.

No era momento de acobardarse, si este era el final, dignamente lucharía sin rendirse. Mantuvo la mente fría, el corazón acelerado, los ojos abiertos buscando alternativas a su lucha. Retrocedía lentamente, hasta que se topó con una pared de piedras y arbustos secos, ahí mismo había un pequeño hueco donde podría entrar, pero no llegaría lejos, pues esa bestia monstruosa podía entrar, atacarla y devorarla ahí mismo, sin darle la oportunidad de escapar. Pero Aeris rápidamente pensó usarlo a su favor, esa desventaja podía usarla.

Entró lentamente y sin dejar de mirar al monstruo, tiró la antorcha apenas en la entrada, dejando ver un poco aquella bestia que la acechaba. Cuatro ojos rojos como el fuego, tenía filas de dientes que salían del hocico, garras enormes y afiladas, cubierto de plumas negras en vez de piel.

Aeris ya no podía retroceder, se sentó tranquilamente esperando la entrada de aquel animal oscuro, sin dejar de mirarlo fríamente y con temor, puso sus manos en el suelo. El animal rugió tan fuerte que se lanzó hacia Aeris y un silencio inundó el lugar, no había ningún sonido durante un rato.

Empezó a llover rayos de luz que entraban por las ramas de los árboles, cada minuto el lugar se iluminaba y el sol hacía presencia de su poder. En aquella abertura en la pared se asomaba lo que parecía ser los pies de un animal que salía de aquel agujero donde ocurrió una catástrofe, solo podía haber un victorioso y una víctima.

El monstruo salió con una espada que le entraba por el hocico y le salía por la cabeza, pero no tenía ya vida mientras Aeris sujetaba fuertemente la espada por la empuñadura, no podía creer que saliera victoria de aquel encuentro infortunio, pero lo logró, movió bruscamente la espada y el animal cayó al piso.

Aeris respiró aliviada y soltó un grito de triunfo. Había vencido al monstruo que le impedía seguir su camino. Se levantó con orgullo y recogió su antorcha. Miró al cielo y vio que el sol brillaba con fuerza. Era un nuevo día y una nueva oportunidad para vivir. Aeris sonrió y siguió su camino, sabiendo que había superado un gran desafío en su vida.

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