09 diciembre 2015

El piano

Cuando el manto nocturno cubra el día y te entregues al sueño, descenderé a la sala, donde las sombras danzan al compás de mis dedos sobre el piano. Me dejaré llevar por la emoción, por esa musa esquiva que, en un suspiro, puede revelar una melodía. La atraparé, la plasmaré en partituras; será nuestro secreto nocturno, nuestra canción.

En la penumbra, me acercaré a tu puerta, sin más sonido que el latido de mi corazón. Allí, en la quietud, te observaré, grabando en mi memoria tu serena imagen, mientras imagino que compartes el refugio de la sala, a mi lado, acariciando las teclas conmigo. Pero reposas en tu lecho, en un sueño apacible y distante.

Tus manos hablan de amor cuando me envuelven, me atraen hacia ti para depositar un beso en mi frente. Si tan solo conocieras la dicha que me embarga al rodearte con mis brazos, al llevarte al parque, donde los pasos se cuentan y las lágrimas se liberan. No es caridad, es amor el que me impulsa; no eres una carga, eres el vuelo de mi existencia.

Anhelo componer para tu día una balada, una pieza para danzar contigo en un abrazo etéreo, una melodía que quizás ya escuchaste en tus sueños. Deseo ver tu sonrisa iluminar la estancia mientras te confieso que, hace más de un año, el piano se convirtió en mi confidente, en la sala silenciosa, intentando dar vida a la melodía que ahora te pertenece.

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