18 agosto 2023

Una luz

Después de abrir aquella puerta antigua, caminé sin rumbo aparente por un pasillo oscuro y silencioso. Apenas podía ver por dónde iba, y a cada paso tropezaba con algún objeto desconocido. Sentía frío en el cuerpo, pero no miedo en el alma. Mi mano derecha se deslizaba por la pared, buscando un punto de referencia que me indicara el camino.

En mi mente, recordé la cálida mano de una mujer que amé con todo mi ser. La mano izquierda la apreté contra mi pecho, tratando de evocar su rostro. Cómo olvidar sus ojos, su cabello, su sonrisa dulce. Cómo olvidar el tacto de su piel. Esos recuerdos encendieron una llama en mi corazón, que iluminó el lugar con una luz tenue.

Pero estaba tan absorto en ese amor perdido, que olvidé por un momento dónde me encontraba y qué hacía allí. Me transporté a otro tiempo. Estaba en un campo verde y florido, bajo un cielo azul y soleado. Ella, la chica más hermosa del mundo, me esperaba bajo un árbol frondoso. Cuando me acerqué, tomó mi mano y la llevó a su pecho, para que sintiera el latido de su corazón. No podía creer que una mujer tan perfecta me quisiera tanto.

Me arrodillé ante ella, clavé mi espada en el suelo y le juré protegerla con mi vida. Le recité un poema que nunca escribí, pero que salió de mi alma sin pensarlo. Ella me miró con amor y ternura. Fue el momento más feliz de mi vida.

De pronto, todo se volvió gris y frío. Un arco de agua se formó frente a mí, como una puerta a otra dimensión. Mis manos tocaron el suelo húmedo y frío, y caí sin darme cuenta. Reaccioné al instante y volví a la realidad.

Aún me faltaba camino para salir de ese lugar. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni cuánto me quedaba. Pero tenía que lograrlo. Tenía que escapar de aquel lugar.

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