La princesa que solo decía números

Érase una vez una princesa que solo decía números. Nadie sabía por qué, pero desde que nació, solo podía comunicarse con cifras y signos matemáticos. Su padre, el rey, estaba muy preocupado por su futuro, pues ningún príncipe quería casarse con ella. La princesa se sentía sola y triste, y pasaba sus días contando las estrellas y las flores.

Un día, llegó al reino un caballero matemático, que venía de lejos a resolver un problema muy difícil. El rey le ofreció una gran recompensa si lo lograba, y el caballero aceptó el reto. Mientras trabajaba en su solución, el caballero conoció a la princesa y se quedó fascinado por su forma de hablar. Él podía entenderla perfectamente, pues también amaba los números y las fórmulas. La princesa también se sintió atraída por el caballero, pues era la primera vez que alguien la escuchaba con interés y admiración.

Así comenzó una bonita amistad entre ellos, que pronto se convirtió en amor. El caballero le enseñó a la princesa muchas cosas sobre las matemáticas, y ella le mostró la belleza de los números en la naturaleza. Juntos descubrieron que los números no solo servían para calcular y medir, sino también para expresar sentimientos y sueños.

Un día, el caballero logró resolver el problema que le había planteado el rey, y fue a presentarle su solución. El rey quedó impresionado por su ingenio y talento, y le preguntó qué deseaba como recompensa. El caballero no lo dudó ni un momento, y le pidió la mano de la princesa. El rey se sorprendió, pero al ver la felicidad de su hija, accedió a su petición.

Así fue como la princesa que solo decía números y el caballero matemático se casaron y vivieron felices para siempre. Y dicen que sus hijos heredaron su pasión por las matemáticas y su lenguaje secreto de números.