21 enero 2016

Atrapada en el tiempo

Ella estaba atrapada en un bucle temporal, condenada a vivir perpetuamente los martes. Fue mi novia en un pasado distante, y aún conservo el calor de aquel amor. A la medianoche, ella regresaba, como si el tiempo no hubiera pasado entre nosotros, pero sus ojos contaban una historia diferente; veía saltos en el espacio, fracturas en la continuidad del martes.

Imagínate, si paseábamos por un parque o nos mezclábamos con la algarabía de una feria, al finalizar el día, ella se esfumaba. Y al siguiente martes, reaparecía, continuando la conversación donde la habíamos dejado, aunque la feria ya no estuviera, aunque todo a su alrededor hubiera cambiado.

Para suavizar su desorientación, ideamos un ritual: nos despedíamos en una habitación vacía, completamente blanca, un lienzo listo para ser pintado por la realidad del próximo encuentro. Cuando ella volvía, me encontraba casi inmóvil, en la misma posición, intentando que las alteraciones del mundo no la perturbaran.

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