23 diciembre 2015

Papel origami

—Tengo un regalo para ti —dijo él, extendiendo una caja envuelta en misterio—. Ábrelo.

Ella, con dedos temblorosos, retiró la tapa y descubrió su contenido.
—Es papel origami, tamaño carta y completamente blanco —comentó, una ceja arqueada en escepticismo.

—Parecen hojas normales, y no tengo ni idea de origami —confesó ella.

—Justamente la reacción que esperaba —sonrió él, con una chispa de complicidad en la mirada—. Pero mira, te enseñaré cómo darles vida. ¿Tienes un lápiz?

Ella rebuscó en su bolso y encontró un bolígrafo. Al extender su mano para entregárselo, él la detuvo suavemente.
—Tú lo harás. ¿Qué figura te gustaría crear? Cualquier cosa que imagines.

Ella reflexionó, observando su entorno. A lo lejos, una mujer paseaba a su gato. Decidió empezar por algo sencillo: una mascota.
—Entonces, comencemos. Escribe la palabra de la figura que imaginas.

Con el bolígrafo, trazó en cursiva la palabra “gato”.

Al levantar el bolígrafo, el papel comenzó a plegarse solo, las esquinas cobraron vida, siguiendo las líneas manuscritas, hasta que, en un acto de magia pura, se convirtió en un gato.

—¿Cómo es posible? —exclamó ella, asombrada.

—Es la magia del origami —respondió él—. Y si quieres, también puedes darle color. Solo escribe la palabra y, entre paréntesis, el color deseado.

Ella tomó otra hoja y escribió: hipopótamo (color jirafa). Él sonrió ante la ocurrencia y observó, fascinado, la transformación. El papel se contorsionaba, luchando por adoptar la forma deseada. Y, contra todo pronóstico, emergió un hipopótamo con manchas negras sobre un fondo amarillento, que poco a poco se equilibró hasta alcanzar el tono perfecto de una jirafa. Ella lo tomó delicadamente, su alegría incontenible ante tan peculiar obsequio.

Aquella tarde, el juego con el papel origami continuó, y él también recibió un regalo. Pero esa es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión.

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