08 marzo 2011

Yo soy ese

En un tiempo ya lejano, me aventuré hacia un reino de esplendores inimaginables, un lugar donde las estaciones convergían en un solo punto del espacio, permitiéndome reposar en la bifurcación de los árboles, sumido en un sueño diurno, inalterado por el mundo exterior.

Desde la distancia, mi atención fue capturada por el bullicio de una festividad a la que, curiosamente, no había sido convocado. Movido por la intriga, decidí acercarme a las puertas de aquel encuentro.

Al llegar, mi mirada se encontró con un mosaico de rostros, cada uno asignado a una mesa que parecía reflejar su esencia o posición. La segregación implícita en este acto me resultó profundamente perturbadora. Con discreción, busqué un asiento antes de ser detectado y, para mi fortuna, hallé la mesa que, sin saberlo, me estaba destinada. Me acomodé entre sus sillas, anticipando las reacciones que no tardarían en surgir.

Pronto, un individuo se aproximó con una pregunta al aire:
—¿Acaso eres un hombre de intelecto? —Su tono denotaba una mezcla de curiosidad y desdén.
—No —respondí con calma—. Mi ser trasciende al intelectual.

No satisfecho, inquirió con una ceja arqueada:
—¿Entonces, eres un hombre de riquezas?
—Tampoco —repliqué—. Existo más allá de la riqueza material.

Visiblemente irritado, lanzó una tercera pregunta:
—¿Serás, acaso, un monarca?
—De nuevo, no —contesté—. Mi grandeza no se confina a un trono.

Elevando la voz para que todos escucharan, desafió:
—¿Pretendes ser más grande que el creador del universo?
—Ni eso —dije con serenidad—. Hay algo en lo que supero al creador del universo.

Incapaz de contenerse, proclamó a los cielos:
—¡Imposible! Nadie es más grande que el creador del universo.
—Precisamente —concluí con una sonrisa—. Yo soy ese Nadie.

No hay comentarios: