Le encantaba perderse en la música, notas que fluían como un río, llevándola a mundos diferentes y extraños. Una mañana, mientras esperaba el transporte para ir a la escuela, un colibrí revoloteó a su alrededor. Era un mensajero inesperado, portando un papelito entre sus diminutas patitas.
El papel tenía palabras, escritas con una caligrafía que parecía estar viva y decían lo siguiente:
"Sigue adelante"
"Eres capaz"
"Nunca dejes de soñar"
Palabras simples, pero cargadas de un poder inmenso. Palabras que alguien, en algún lugar, había enviado al viento.
Con una sonrisa, guardó el papelito en su bolsillo y subió al transporte. El colibrí se alejó en un zumbido de alas, dejando tras de sí un rastro de magia y posibilidad. Ella partió feliz a la escuela, con la certeza de que alguien, en algún lugar, le deseaba lo mejor.
Eternamente y para siempre.
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