03 febrero 2024

Una carta personal

Quiero compartir conmigo mismo algunas de las conclusiones a las que he llegado sobre el amor y la vida, dos temas que me han apasionado y preocupado desde siempre.

El amor es, ante todo, un acto de libertad. Es la capacidad de elegir a una mujer como compañera de camino, sin coacciones ni imposiciones. Es la voluntad de compartir con ella nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestros placeres y nuestros dolores. Es la disposición a respetar su individualidad, su autonomía, su creatividad y su diferencia. Es la generosidad de ofrecerle lo mejor de uno mismo, sin esperar nada a cambio. Es la valentía de asumir el riesgo de perderla, sin dejar de amarla.

La vida es, por su parte, un desafío constante. Es la aventura de explorar el mundo, de conocerse a uno mismo, de aprender y de crecer. Es la oportunidad de disfrutar de las cosas buenas que nos ofrece, de las bellezas de la naturaleza, de las obras del arte, de las manifestaciones de la cultura. Es la responsabilidad de afrontar las dificultades, los problemas, los conflictos y las crisis. Es la obligación de contribuir al bien común, de defender la justicia, de promover la paz y de respetar.

El amor y la vida son, en definitiva, dos caras de la misma moneda. No se puede amar sin vivir, ni vivir sin amar. Ambos requieren de una actitud abierta, curiosa, crítica y creativa. Ambos exigen de una ética basada en el respeto, la honestidad, la tolerancia y la ayuda mutua. Ambos implican un código o reglas basadas en la belleza, la armonía, la originalidad y la expresión.

He amado con intensidad, con pasión, con alegría y con sentido. No dejo que el miedo, la ignorancia y el conformismo me impidan ser feliz. Trato de ser yo mismo, libre y auténtico.

No te quiero por lo que eres,
sino por lo que podemos ser,
cuando nos unimos en el amor.

No te pido que me pertenezcas,
sino que me acompañes,
en este viaje de libertad y exploración.

No te ofrezco una jaula de oro,
sino un cielo de estrellas,
donde brillemos con nuestra propia luz.

No te prometo una felicidad eterna,
sino una alegría compartida,
que se renueva cada día.

No te amo por necesidad,
sino por elección,
y por pasión.

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