19 octubre 2023

Capítulo XIV

Aeris llegó al lugar más alto de la torre, donde se encontraba una escalera que la llevaría al final de su viaje. Había atravesado un camino lleno de peligros y desafíos, enfrentando a enemigos temibles y aliados traicioneros. Había derrotado al dúo del caos cósmico y la llama frenética, dos seres que habían consumido la energía vital del mundo y lo habían sumergido en la oscuridad. Había logrado lo que nadie más pudo: llegar al lugar de los campeones.

Vio cómo los caballeros de la orden lunar se inclinaban ante su presencia, reconociendo su valor y su gloria. Eran los guardianes del castillo, los protectores del trono, los que habían jurado servir al campeón elegido por el sol. Aeris giró para mirar hacia atrás y los rayos del sol iluminaban todo aquel lugar que alguna vez fue invadido por la oscuridad. Vio las ruinas de las antiguas civilizaciones, las marcas de las batallas épicas, los restos de los héroes caídos. Todo eso había sido parte de su historia, de su aventura.

“Bienvenida al lugar de los campeones”, escuchó una voz suave que salía de aquel castillo. Era la voz del sol, el que había guiado su destino desde el principio. “Bienvenida al lugar que solo los dignos son capaces de alcanzar por sus proezas. La elección del nuevo campeón nunca estuvo en duda, solo una persona podía haberte detenido: tú misma, Aeris. Pero lograste superar todos los obstáculos, todos los miedos, todas las dudas. Ahora levántate y entra en las puertas de este castillo y toma el trono que te pertenece”.

Las nubes se abrieron para desvelar un castillo dorado como el sol mismo, que brillaba con una luz cegadora. Era el lugar donde residía el poder del sol, el lugar donde se guardaba el secreto de la vida. Se escuchaba el canto de la tierra curada y agradecida, que celebraba el triunfo de Aeris. Ella lloró de manera desconsolada pero alegre, dejando caer torrentes de lágrimas mientras recordaba toda la aventura. Suspiró por todos aquellos que la ayudaron, perdonó a los que la traicionaron y se llevó la mano al corazón para recordar a los que se sacrificaron por ella.

Aeris vio cómo las gigantescas puertas del castillo se abrían, invitándola a entrar. Y bajo una luz resplandeciente se encontraba el trono, el símbolo de su victoria. Era un trono hecho de oro y piedras preciosas, adornado con símbolos sagrados y místicos. Era el trono que había pertenecido a los antiguos campeones, los que habían salvado al mundo en otras épocas. Era el trono que ahora le correspondía a ella.

Caminó lentamente hacia él y se sentó digna de un campeón. Sintió cómo el sol le transmitía su bendición y su poder, cómo la tierra le agradecía su sacrificio y su valor, cómo el cielo le sonreía con orgullo y admiración.

Historias y leyendas se escucharán de boca en boca, se escribirán poemas y prosas y su nombre estará escrito en las memorias de todo ser vivo en la tierra. Aeris, la elegida del sol, la que trajo la luz a un mundo sumido en la oscuridad.

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