03 junio 2023

El dibujo mágico

Zelda era una niña de ocho años que le encantaba dibujar. Desde pequeña, siempre tenía un lápiz y un papel en la mano, y se pasaba horas creando mundos imaginarios con sus trazos. Le gustaba dibujar animales, paisajes, personajes, objetos y todo lo que se le ocurriera. Su sueño era ser una gran artista y compartir sus obras con el mundo.

Un día, en el colegio, la profesora anunció que se iba a realizar un concurso de dibujo entre todos los alumnos de primaria. El tema era libre, pero tenía que ser algo original y creativo. El ganador recibiría un premio muy especial: un viaje a España con su familia.

Zelda se emocionó mucho al oír la noticia. Ella quería participar en el concurso y ganar el premio. Siempre había querido ir a España y conocer toda su cultura. Además, le encantaba el reto de dibujar algo nuevo y sorprendente.

Pero no sabía qué dibujar. Quería hacer algo diferente, algo que nadie hubiera visto antes, algo que impresionara al jurado. Pensó en varias ideas, pero ninguna le convencía del todo. Se sentía frustrada y bloqueada.

Entonces se le ocurrió una idea genial. ¿Y si dibujaba algo que no existiera? ¿Y si inventaba una criatura fantástica, una mezcla de varios animales? Así podría mostrar su imaginación y su habilidad para el dibujo.

Se puso manos a la obra y empezó a dibujar su criatura. Le puso cabeza de león, cuerpo de caballo, alas de águila, cola de pez y cuernos de unicornio. Le pintó el pelo de colores y le añadió algunos detalles como escamas, plumas y estrellas. Le puso de nombre Lucecita, porque brillaba como una luciérnaga.

Zelda quedó muy contenta con su dibujo. Era el más bonito y original que había hecho nunca. Estaba segura de que iba a ganar el concurso. Lo recortó con cuidado y lo pegó en una cartulina. Luego lo llevó al colegio y lo entregó a la profesora.

Al día siguiente, se anunciaron los ganadores del concurso. Zelda estaba nerviosa y expectante. Esperaba oír su nombre entre los premiados.

La profesora empezó a leer la lista de los finalistas. Había muchos dibujos muy buenos, pero ninguno como el de Zelda. Ella confiaba en que el suyo fuera el mejor.

Y así fue. La profesora dijo:
Y el primer premio es para… ¡Zelda, por su dibujo mágico!

Zelda no podía creerlo. Había ganado el concurso. Había ganado el viaje a España. Se levantó de su asiento y corrió a recoger su diploma y su trofeo. Todos sus compañeros la aplaudieron y la felicitaron.

¡Felicidades, Zelda! -dijo la profesora-. Tu dibujo es maravilloso. Has demostrado tu talento y tu creatividad.
Gracias, profesora -dijo Zelda-. Estoy muy feliz.
¿Qué te inspiró para hacer ese dibujo? -le preguntó la profesora.

Pues… me gustan mucho los animales y las cosas fantásticas -respondió Zelda-. Y pensé que sería divertido combinarlos.
Pues te ha quedado genial -dijo la profesora-. Es una criatura única y preciosa.
Gracias -dijo Zelda-. Se llama Lucecita.
¿Lucecita? -repitió la profesora-. Qué nombre más bonito.
Sí -dijo Zelda-. Es que brilla como una luciérnaga.
¿Brilla? -preguntó la profesora.
Sí -dijo Zelda-. Mire.
Y señaló su dibujo.

La profesora miró el dibujo y se quedó boquiabierta. El dibujo de Zelda estaba brillando. Las estrellas, las escamas, el pelo y los ojos de Lucecita emitían una luz suave y cálida. Era como si el dibujo cobrara vida.

¡Oh! -exclamó la profesora-. ¡Es increíble!
¿Verdad que sí? -dijo Zelda-. Es mi dibujo mágico.
Y sonrió con orgullo y felicidad.

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