El caballero errante

Había una vez un caballero que vagaba por el mundo en busca de aventuras. Un día, se adentró en un pantano oscuro y tenebroso, donde apenas se veía el sol. El caballero se perdió entre las aguas turbias y los árboles retorcidos, y empezó a sentir miedo y desesperación.

De pronto, vio una luz brillante que le llamó la atención. Se acercó con cuidado y descubrió que era una flor hermosa y resplandeciente, que iluminaba el pantano con su magia. El caballero quedó maravillado por la flor, y sintió el deseo de cortarla y llevársela consigo.

Pero cuando extendió la mano para hacerlo, oyó una voz que le dijo:

Detente, caballero. No puedes llevarte esta flor. Ella es la única esperanza de los viajeros que se pierden en este pantano. Si la arrancas, los condenarás a morir en la oscuridad.

El caballero se sorprendió al oír la voz, y miró a su alrededor. Entonces vio que había muchas imágenes de otros viajeros que se acercaban a la flor, guiados por su luz. Algunos eran nobles y otros plebeyos, algunos eran jóvenes y otros ancianos, algunos eran hombres y otros mujeres. Pero todos tenían algo en común: habían perdido el rumbo en el pantano, y buscaban una salida.

El caballero comprendió entonces cual era el propósito de la flor, y que no debía ser egoísta. Se arrepintió de su intención de cortarla, y se disculpó con la voz.

Perdóneme, señor. No sabía lo que hacía. Ahora veo que esta flor es muy importante para todos los que están aquí.

Por eso te he advertido del peligro de llevarte la flor -respondió la voz-.

Gracias por su advertencia, -dijo el caballero-. Y gracias por cuidar de esta flor tan especial.

El caballero siguió la luz de la flor. Pronto encontró una senda que lo sacó del pantano, y pudo respirar aliviado. Antes de marcharse, se despidió de la flor con una reverencia, y le agradeció su ayuda. El caballero continuó su viaje por el mundo, pero nunca olvidó la flor del pantano.

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