19 marzo 2012

El reloj de bolsillo

En un pequeño pueblo donde las calles aún conservaban el eco de antiguas leyendas, vivía un relojero conocido por su habilidad para dar vida al tiempo. Su tienda estaba llena de relojes de todas formas y tamaños, cada uno con su propia historia.

Un día, una niña entró en la tienda con un reloj de bolsillo muy antiguo en sus manos. "No funciona", dijo con una voz tan suave como el sonido del viento. El relojero tomó el delicado objeto y lo examinó con ojos expertos. "Este reloj", comenzó a explicar, "no mide el tiempo en horas o minutos, sino en momentos".

La niña lo miró confundida. "¿Momentos?" preguntó.

"Sí", respondió el relojero. "Momentos de felicidad, tristeza, aventura y amor. Este reloj solo funcionará cuando vivas un momento verdaderamente significativo".

Intrigada y decidida, la niña se propuso llenar su reloj de momentos inolvidables. Ayudó a sus vecinos, aprendió nuevas habilidades, se aventuró en los bosques cercanos y, sobre todo, hizo nuevos amigos. Con cada experiencia, el reloj parecía cobrar vida, su tic-tac se hacía más fuerte y su brillo más cálido.

Pasaron los años, y aquella niña regresó a la tienda del relojero, ahora una mujer. El relojero, viejo y canoso, sonrió al ver el reloj de bolsillo latiendo con fuerza y brillando como nunca. "Veo que has vivido muchos momentos preciosos", dijo con una sonrisa.

La mujer asintió. "Cada segundo fue una aventura, y este reloj es testigo de mi vida".

El relojero le contesto. "Ahora es más que un simple medidor de tiempo; es un tesoro de recuerdos, un mapa de tu vida".

Y así, la mujer comprendió que el tiempo más valioso no es el que pasa, sino el que se vive con intensidad y propósito.

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