05 diciembre 2011

La cita

En la pequeña ciudad de Luzestrella, había un cine que parecía cobrar vida propia al caer la noche. Era un lugar mágico donde las estrellas bajaban a la tierra para convertirse en espectadores de las historias proyectadas en la gran pantalla.

Una noche, un joven se encontraba allí, esperando ansiosamente la llegada de su amada. Él estaba a un lado del cine, con un ramo de flores en la mano y el corazón palpitante. Pero la muchacha no aparecía, y la película estaba a punto de comenzar.

Decidido a encontrarla, el joven salió del cinema y comenzó a buscarla por los alrededores. No tardó mucho en verla acercarse, con un rostro apenado y una historia peculiar que contar.

"Lo siento mucho por llegar tarde," dijo la muchacha, "pero un semáforo se enamoró de mí. Se puso rojo cada vez que intentaba pasar y me pidió que me casara con él. Pero le dije que mi corazón ya tenía dueño."

El joven sonrió ante la imaginativa excusa de la muchacha y le aseguró que lo importante era que estuvieran juntos. Decidieron entrar al cine y disfrutar de la película.

Mientras la película se proyectaba, el joven no podía apartar sus ojos de la muchacha. No le interesaba la trama en la pantalla; para él, su amada era la verdadera estrella. Tampoco comieron palomitas, pues el joven prefería robar besos en la mejilla de la muchacha cada vez que la luz de la pantalla iluminaba su rostro.

Y así, en la oscuridad del cine, la pareja creó su propio cuento de amor, uno donde las miradas decían más que las palabras y los besos escribían el guion de su felicidad. En ese lugar mágico, bajo el cielo estrellado, se prometieron ser los protagonistas de su propia historia, hoy y siempre.

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