26 septiembre 2011

Allí estaba ella

Allí estaba ella, sumergida en la lectura de un texto universitario, ajena a la realidad que la rodeaba. Me acerqué con la intención de saludarla, pero algo me detuvo. Desde mi discreta posición, observaba su concentración, preguntándome si estaría resolviendo alguna tarea compleja. Sin querer interrumpir ese momento de conexión con el saber, me limité a contemplarla, encontrando una felicidad inesperada en la proximidad silenciosa.

De repente, ella levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. En un instante, desvié la mirada, fingiendo un súbito interés en un libro de matemáticas que había sacado al azar. Sentí la curiosidad en su mirada, como si intentara descifrar las ecuaciones de mi comportamiento. Al bajar un poco el libro, capté su sonrisa, un gesto que parecía desafiar la lógica de aquel encuentro casual. 'Esto no puede estar sucediendo', pensé. En un mundo donde todos somos anónimos, ¿quién se atrevería a preguntar por nuestra esencia?

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