14 junio 2011

Te escribí una carta

Hace una década, mi pluma derramó tinta sobre el papel, enviándote palabras que, como semillas, esperaban germinar en tu corazón. La respuesta se demoró, un silencio que se extendió como un invierno largo y frío. ¿Qué fue lo que detuvo tus palabras?

Esperé, con la paciencia de quien cuenta las estrellas, anhelando una señal, un murmullo de esperanza. Ahora, la carta reposa ante mí, un enigma sellado, tentándome a romper su quietud o preservar la dulce ilusión de lo desconocido.

Mi destino yace frente a mí, un cruce de caminos tejido por el tiempo. Abrir la carta podría iniciar un nuevo capítulo o cerrar el libro de un sueño. El miedo me envuelve, un visitante indeseado que sacude dudas en mi oído. Diez años de espera culminan en este instante, y, sin embargo, elijo abrazar mi anhelo, guardarlo para el momento preciso.

Es un juego de azar con naipes aún no revelados, donde el as de corazones se oculta entre cartas comunes. ¿Debo descubrir tu mensaje y poner fin a la espera, o permitir que mi ilusión siga viva?

Tu respuesta, finalmente revelada, me sorprende con su verdad. El miedo me paralizó, y me dejaste partir, no porque fuera el momento adecuado, sino porque un cruel giro del destino ocultó mi carta, dejándote en un limbo de incertidumbre. Durante una década, aguardaste mis palabras de amor, palabras que nunca llegaron.

Ahora comprendo la tardanza de tu voz. No es demasiado tarde; iré en tu búsqueda, a través del tiempo y la distancia, para encontrarte y recuperar lo que una vez se perdió.

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