10 noviembre 2008

La torre

Había una vez, en un reino suspendido en el tiempo y el espacio, una princesa de belleza inmarcesible y gracia etérea. Pero tras esa fachada de pureza y ternura, se ocultaba un corazón de hielo y una lengua afilada como el cristal. Su voluntad era ley, y su placer, el eje del mundo; las heridas que dejaba a su paso eran meras sombras fugaces en su espejo.

A pesar de su fama, o quizás a causa de ella, la princesa recibía en su palacio a un desfile interminable de pretendientes: caballeros, príncipes, guerreros, todos deseosos de unirse a ella en matrimonio. Conocían su naturaleza, pero la belleza y la riqueza cegaban sus ojos y ambiciones. La princesa, astuta y perspicaz, sospechaba de sus verdaderas intenciones y anhelaba descubrir un amor genuino entre tantas máscaras.

En su búsqueda, la princesa solicitó al hechicero real la construcción de una torre que rozara los cielos. Por arte de magia, la torre se elevó, majestuosa, atravesando nubes y acariciando la luna. En su interior, una escalera en espiral ascendía desde la entrada, que solo podía abrirse desde dentro, hasta una habitación en la cima, adornada con los más exquisitos y misteriosos artefactos de todo el mundo. La torre era indestructible, un monumento sin igual.

La princesa proclamó que esperaría en la cima a su verdadero amor. El valiente que lograra escalar la torre sería su esposo, y compartiría con él su reino y todas sus riquezas. Pero la única forma de alcanzarla era trepar la torre; no valían vuelos ni hechizos, ni la puerta podía ser forzada. La magia de la torre repelía cualquier engaño.

Muchos lo intentaron, pero ninguno prevaleció. La altura de la torre convertía la promesa de fama y fortuna en una quimera. Los aventureros caían, exhaustos y derrotados por la ardua ascensión. Con el tiempo, los pretendientes se dispersaron, humillados y desilusionados.

Llegó entonces un día distinto, marcado por el destino o el capricho de los dioses. Un caballero de mediana fama, ni demasiado laureado ni ignorado, decidió enfrentar el desafío de la torre y reclamar la mano de la princesa. Con una determinación que rozaba la obstinación, el caballero escaló durante tres meses, enfrentando la soledad y el vértigo, hasta que finalmente alcanzó la cima.

Al verlo, la princesa se lanzó a sus brazos, desbordante de una alegría que no sabía que podía sentir. Prometió casarse con él, pues había demostrado su amor con una proeza sin igual. El caballero, sin embargo, le pidió que ella también demostrara su amor. La princesa, sorprendida pero dispuesta, aceptó el reto: bajaría la torre por sí misma mientras él la esperaba abajo.

El caballero comenzó su descenso por el exterior de la torre, y la princesa, por las escaleras. Pero pronto descubrió el agotamiento que implicaba el descenso; apenas había bajado unos cientos de escalones cuando decidió subir de nuevo, esperando que alguien más la ayudara a bajar.

Dos meses tardó el caballero en tocar tierra, y allí esperó. Subió varias veces para insistir, pero la princesa siempre respondía con promesas vacías. Finalmente, el príncipe, cansado de esperar un amor no correspondido, se marchó, y la princesa quedó sola en la cima.

Los años se deslizaron como hojas en el viento, y la princesa, olvidada en su torre, contempló cómo su belleza se marchitaba y su gracia se desvanecía. La soledad se convirtió en su única compañía, y el silencio, en su canción. Un día, cuando el tiempo había borrado su juventud, decidió descender.

El descenso fue una odisea; cada escalón era un recuerdo, cada vuelta de la espiral, un suspiro de lo que pudo haber sido. Le tomó más de un año bajar, con su visión nublada y sus pasos temblorosos. Al final, abrió la puerta, sabiendo que nadie la esperaría. Y así fue, solo el eco de su propio lamento la recibió.

Lloró en silencio, su rostro reflejando un sentimiento desconocido, una mezcla de arrepentimiento y revelación tardía. Ahora, al final de su vida, comprendió el valor del amor que había despreciado. Sin esperanza, se alejó en silencio, desapareciendo en la bruma del olvido.

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