07 febrero 2016

En el año 2037

En el año 2037, los científicos del mundo detectaron un meteorito que amenazaba con colisionar contra la Tierra. Determinaron que el impacto ocurriría en un año, un margen demasiado estrecho para idear un plan de destrucción. Sin perder un segundo más, un grupo de físicos concibió un plan infalible: construyeron una máquina capaz de enviar y recibir mensajes. A diferencia de cualquier otro dispositivo de comunicación, esta máquina enviaba mensajes al pasado y recibía respuestas del futuro. Así, si el mundo fracasaba en su intento de destruir el meteorito, enviarían una advertencia para cambiar el curso de acción.

El día que la máquina comenzó a operar, los mensajes de fracaso no cesaron de llegar, cada minuto a partir de las 10:00 a.m. La regla era clara: no enviar mensajes al mismo minuto para evitar la indescifrabilidad. Los físicos, atónitos, comprendieron que si seguían llegando malas noticias, no podrían concebir un plan a tiempo. Pero entonces, una sospecha surgió: la máquina no enviaba mensajes a través del tiempo, sino a universos paralelos. Un universo enviaba un mensaje, y otro lo recibía. Decididos a no perder más tiempo, comenzaron a elaborar el plan para salvar la Tierra. El último mensaje se recibió a las 11:37 a.m., y entonces apagaron el receptor. Si fracasaban, enviarían una señal a las 11:38 a.m.

Con tristeza, fuimos testigos de la catástrofe: la Tierra inicial fue destruida. Mensajes de otros mundos llegaron después de las 11:38 a.m., y así continuaron hasta que, al día siguiente, a las 9:11 a.m., arribó un mensaje de victoria. Las instrucciones eran claras y precisas. En otros mundos, el mensaje se replicó a la misma hora, y al ser idéntico, no hubo problema en su transmisión simultánea.

Incontables mundos perecieron para que otros tantos pudieran vivir.

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