24 febrero 2016

Ser todo para ti

Entre pinturas y cuentos, en poemas y canciones,
está tu nombre, tus ojos, tus manos, emociones.
Tu sonrisa, tu mirada, son mi mayor tesoro,
quiero escucharte, decirte, en el amor me decoro.
Quiero amarte, mirarte, en tu ser me quiero perder,
ser todo para ti, y en tu nada, renacer.

Escuchar

¿Cuántas veces nos detenemos solo en la cáscara brillante de las cosas, enamorándonos de una ilusión que se desvanece al tocarla? Es el laberinto donde todos, tarde o temprano, nos perdemos, un rito de paso hacia la madurez. En la antesala de ese viaje, rechazamos los mapas que nos ofrecen; nuestras voces internas y externas proclaman: “A mí no me pasará, mi historia es otra”. Nos volvemos sordos a los ecos de experiencias pasadas.

Pero hay un atisbo de verdad en esa rebeldía. ¿Qué tal si esta vez es diferente? ¿Qué tal si quiero ser el cartógrafo de mi propio destino? Aunque, en algún recoveco de la conciencia, deberíamos reservar un espacio para la duda, para la posibilidad de caer, como nos previnieron, y así, aprender de nuestros tropiezos y levantarnos con más sabiduría. El tiempo, ese juez imparcial, eventualmente nos enseñará, a medida que los días se desplieguen como páginas de un libro por escribir.

Y qué frustración se siente al observar a otro en un sendero parecido al que una vez recorrimos, siguiendo las mismas huellas que dejamos atrás. Corremos hacia esa persona, intentamos detenerla, compartir nuestro mapa del tesoro lleno de advertencias, pero al igual que nosotros en su momento, hace oídos sordos. Entonces recordamos, comprendemos, y decidimos dejar que cada quien navegue su propia odisea, esperando que al regresar podamos compartir un momento de comprensión mutua: “Tenías razón”.

Hay quienes escuchan y quienes no. Los que prestan oído parten con una brújula, aunque esto no garantiza el éxito, sí les otorga una ventaja. Por más vasto que sea el océano de la experiencia humana, nunca es suficiente para enseñarnos a navegar con precisión. Cada ser es un cosmos en sí mismo, con sus propias leyes y sus pensamientos singulares.

Somos arcilla en constante modelado; cada vivencia nos transforma, nos reinventa, nos convierte en una pieza única en el rompecabezas de la existencia. La vida es un viaje de ida sin retorno, haciendo que cada capítulo de nuestra historia sea exclusivo e inolvidable.

23 febrero 2016

Me enamoro

Me enamoro aún con la frescura de un adolescente, redactando cartas clandestinas, guardando en secreto la identidad de ella, la musa de mis dibujos y fantasías de paseos compartidos, soñando con un futuro en conjunto. ¿Demasiado cursi? Quizás, pero es la prueba de que mis relaciones anteriores no han logrado empañar mi visión del amor ni alterar mi manera de sentir; al final, lo esencial es extraer lecciones de los errores cometidos.

Mi corazón ha sido fracturado, y debo admitir que también he fracturado algunos. A pesar de nuestros esfuerzos por evitarlo, resulta casi imposible no hacerlo; incluso con los más sólidos acuerdos entre dos seres enlazados por el afecto, siempre hay un fragmento del corazón que se queda con el otro.

Cuando la calma regresa y hemos remendado nuestro corazón, deberíamos volver a abrirnos al amor. ¿Cuántas veces habremos perdido la chance de disfrutar y ser felices, saboreando las delicias del amor, solo por no otorgar una oportunidad, por no concedernos el permiso de intentarlo de nuevo? Claro está, no con cualquiera, sino con aquel o aquella que despierte en nosotros ese cosquilleo, esas peculiares fantasías de mariposas revoloteando en el estómago.

El pasado cesa de ser un lastre cuando damos con alguien que nos valora por lo que somos ahora, en este preciso instante. 

Día tras día

Desde hace ya tres años, vengo muriendo día tras día, sin razón aparente, en más de mil noventa y cinco formas distintas. Algunas muertes han sido atrozmente dolorosas, otras ridículamente absurdas, pero invariablemente, cada nueva mañana me halla resucitado en mi lecho. A pesar de este ciclo de muerte y renacimiento, el tiempo no se detiene para mí, y envejezco como cualquier mortal.

Mi primer deceso ocurrió intentando cruzar la calle: un vehículo me arrolló mientras distraídamente consultaba mi celular. Ese día, mis padres recibieron la noticia; incrédulos, me contaron que no podían asimilarlo, pues apenas unas horas antes me habían visto partir de casa y, por la tarde, ya no estaba entre los vivos. Al día siguiente, mi madre me encontró deambulando por la casa; casi sufre un infarto, y mi padre, por poco, me mata él mismo, creyendo que les gastaba una broma macabra. Confundido, no comprendía lo sucedido, pero en el camino al hospital, la muerte me sobrevino de nuevo: caí por las escaleras, quebrándome el cuello. Así continuaron los días, falleciendo a diario, y mis padres comenzaron a verlo con una normalidad desconcertante, restándole toda solemnidad a la muerte.

Cada vez que recibían una llamada anunciando mi fallecimiento, reaccionaban con serenidad, preguntando únicamente si era necesario identificar el cuerpo o recogerlo. Independientemente de la respuesta, ya no se tomaban la molestia de asistir. Ignoro si esto es bueno o malo. Solo mi familia parecía consciente de mi situación, recordando cada incidente, mientras que el resto del mundo olvidaba, como si nada hubiera pasado. En una ocasión, caí de un edificio de veinte pisos; la gente lloraba y lamentaba mi partida, pero al siguiente día, no quedaba memoria alguna de aquel suceso.

Electrocutado, decapitado, ahorcado, atropellado, envenenado… en ocasiones, la muerte llegaba con un dolor insoportable, y en otras, simplemente despertaba tendido en mi cama. Tras ser decapitado, confirmé que, efectivamente, la conciencia persiste brevemente tras el desprendimiento de la cabeza, consciente de la atrocidad del accidente. Una vez, perecí en un incendio intentando salvar vidas en un edificio; no, la verdad es que morí quemado en un bosque mientras… Bueno, simplemente morí.

Muero porque es mi destino, sin saber en qué momento del día ocurrirá. Por ello, vivo cada segundo como si fuera el último, pues es una tortura perder horas en el vacío hasta el amanecer siguiente. Imagina morir al salir de casa por la mañana; desaparecería por casi un día entero. Pero eso no me impide seguir adelante con una vida que, a pesar de todo, se asemeja a la normalidad. 

22 febrero 2016

Pistas

Disculpe usted, señor, ¿ha visto pasar un cometa?
Me contaron que hay quienes buscan, por años, rastros celestes,
astros caídos en la tierra, en la astronomía se interesan,
cosmología, quizás cosmetología, o leer el horóscopo por respuestas.
Pistas tras pistas, en cada rincón, parecen esconderse,
más con su agudo ojo, seguro hallará acertijos, piojos, ¡o hasta lentes!

Azul III

El amor es azul, como el cielo en calma,
ignoraba el porqué, hasta que llegaste a mi alma.

Tú me conocías

Tú me conocías, antes de yo a ti,
en tus fantasías jugabas, mientras yo aquí,
seguía mi vida, ajeno a que alguien me tenía,
en sus ideas, en sus días.

Te quiero II

Te quiero, te quiero, no puedo callar,
hoy solo deseo decir "te quiero" sin cesar.
Es difícil ocultar este sentimiento tan profundo,
dejar de pensar en ti, me causa daño en este mundo.

Te quiero, es verdad, no puedo mentir,
te extraño y de ti no sé nada, solo sufrir.
Vivo con un vacío que me consume por dentro,
respiro el amor que por ti siento.

Se consume, me deja sin nada,
sin amor, sin esperanzas, en esta jornada.
Antes de ahogarme en este mar de soledad,
te quiero decir, con toda sinceridad,
te quiero, te quiero, es mi realidad.

Amada mía

Amada mía, en la incertidumbre me he perdido,
bésame bajo la lluvia, con el cielo como testigo.
Besare tu rodilla, tus pechos, tu rostro divino,
bajo la lluvia serás mía, en la oscuridad, tu destino.

Haz conmigo lo que desees, en esta danza sin fin,
pero cuida tu espalda, pues mi abrazo sentirás al venir.
No hablo de ropas, ni de telas que cubran tu ser,
veré tus miedos, pecados, errores, sin nada que temer.

Tu belleza, tal como eres, sin nada que esconder,
te permitiré ver los míos, sin nada que perder.
Así seremos, tú y yo, desnudos ante el mundo,
dos almas libres, en un amor profundo.

Mi querida estimada

Mi querida estimada, tu carta me dejó pensativo, desconozco tus intenciones, pero me sentí cautivo.
Leí cada línea con devoción, buscando entre tus palabras, interpretando puntos y comas, buscando respuestas claras.

Esperaré otra carta, aunque no pueda dormir ni comer, cada vez que suena la puerta, pienso que es el cartero, ¿puede ser? Debo calmarme, lo sé, pero es difícil con esta emoción, te cuento cómo me siento, en esta confesión.

Azul II

El azul en otoño parece no tener lugar,
sí hablo del azul en hojas de libros, ¿podrás imaginar?
Quizás sea mejor cerrar los ojos y soñar,
los sueños no son azules, pero pueden inspirar.

Tus ojos no son azules, pero reflejan belleza sin igual,
al mirar el cielo, su azul en ellos puedo hallar.
El tiempo no es azul, pero sin ti no tiene valor,
no hay azul al tocar tu mano, pero sí un calor.

Soy feliz a tu lado, en cada momento y lugar.

Nadie logró entenderlo

Aquí vivió alguien como tú,
que partió hace tiempo ya,
navegando océanos vastos,
atravesando desiertos sin final,
escalando las más altas cumbres,
en selvas densas se fue a perder.

Recorrió el mundo entero,
tras un amor verdadero,
la razón más poderosa,
para hallarlo en su sendero,
debía ser un alma libre,
que nunca teme al misterio,
más nadie logró entenderlo.

18 febrero 2016

Cuando el amor

Escúchame en el silencio,
siente el viento, su cálido beso,
sigue la mirada que traza un camino,
un misterioso escalofrío recorre tu cuerpo fino,
cuando el amor, en ti, ha florecido.

09 febrero 2016

Cassettes y discos de vinilo

Cassettes y discos de vinilo,
¿cuándo piensas llegar al destino?
Un lápiz aguarda, presto a ser usado,
para dibujar o narrar lo soñado.
Eso lo sabes tú, en el océano regresado,
con el intenso calor del verano abrazado.
Es humano errar en el camino trazado,
buscar un destino, el origen rechazado.

08 febrero 2016

Ve y despega

Ve y despega hacia el soñar despierto,
regala al mundo todo ese sentimiento.
No te pierdas buscando en las piedras,
solo hallarás vacíos, no esferas.
Grita al viento, escucha a tu eco,
entrégate al amor, aunque deje un hueco.
Entrégate al tiempo, sin temor al juego,
vive cada suspiro, y recuerda, sin ego,
que eres lo que más quiero, sin ningún apego.

Ahora es ahora

Después de terminar, me di cuenta de que ya no necesitaba nada más. Al verla dormir a mi lado, me confortaba de cierta manera su tranquilidad; se veía tan feliz. Yo estaba encontrando lo que, en parte de mi vida, había buscado. Así debía sentirse cuando la encontrabas: paz interior, sin miedo alguno. Todo cambió cuando ella también me encontró.

Ya no había dudas, la inseguridad y cualquier otro factor negativo habían desaparecido. Allí estábamos los dos, preguntándonos: ¿Quién salvó a quién? ¿Pero de qué fuimos salvados? Quizás no queramos saberlo, pero así se siente cuando, terminando exhaustos y abrazados, dejamos atrás los juegos mentales que ya no valen la pena. Ahora es ahora; ya no se necesita nada más, solo el aire para respirar y seguir amando.

¿Pero por qué estamos aquí?

Amigos míos, no quiero asustarlos, pero al parecer, la Tierra dejó de existir hace millones de años, y con ella, toda la vida que contenía. ¿Pero por qué estamos aquí? La idea es que somos la luz reflejada, la onda que sigue propagándose en el vacío del espacio.

Para que me entiendan, recuerden que la luz que vemos de las estrellas proviene de astros que están a años luz de distancia y que, en algunos casos, esos astros desaparecieron hace millones de años, pero apenas percibimos su luz. Así como nacen estrellas, dentro de millones de años sabremos de ellas; cuando las descubramos, ya serán antiguas, pero nosotros las veremos como recién creadas.

07 febrero 2016

El numero 7 y la realidad

Cuando Sandy cayó bajo el influjo hipnótico, se le instó a expurgar de su conciencia cualquier noción del número siete. Al retornar de aquel trance, se le solicitó que enumerara los dedos de sus manos; tarea que ella emprendió, ignorante del porqué. 

Inició el conteo por su pulgar izquierdo: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ocho, nueve, diez, once. Sandy se sobresaltó, creyendo haberse adelantado en algún punto, y reanudó la cuenta: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ocho, nueve, diez, once. 

Observó sus manos, intactas, sin ausencias, más el resultado no concordaba. Repitió el conteo varias veces, desconcertada por alcanzar el once sin comprender el motivo. Sandy fue reconducida al estado hipnótico, donde se le reintegró la noción del siete. La joven sintió alivio al poder contar hasta diez con los dedos de sus manos.

El dilema de Sandy radicaba en que solo le habían hecho olvidar el siete; al contar los dedos, su mente anticipaba llegar al diez, pero chocaba con la realidad percibida, sus preconcepciones la confundían ante una experiencia irrefutable, la evidencia de un once inesperado era palpable.

En el año 2037

En el año 2037, los científicos del mundo detectaron un meteorito que amenazaba con colisionar contra la Tierra. Determinaron que el impacto ocurriría en un año, un margen demasiado estrecho para idear un plan de destrucción. Sin perder un segundo más, un grupo de físicos concibió un plan infalible: construyeron una máquina capaz de enviar y recibir mensajes. A diferencia de cualquier otro dispositivo de comunicación, esta máquina enviaba mensajes al pasado y recibía respuestas del futuro. Así, si el mundo fracasaba en su intento de destruir el meteorito, enviarían una advertencia para cambiar el curso de acción.

El día que la máquina comenzó a operar, los mensajes de fracaso no cesaron de llegar, cada minuto a partir de las 10:00 a.m. La regla era clara: no enviar mensajes al mismo minuto para evitar la indescifrabilidad. Los físicos, atónitos, comprendieron que si seguían llegando malas noticias, no podrían concebir un plan a tiempo. Pero entonces, una sospecha surgió: la máquina no enviaba mensajes a través del tiempo, sino a universos paralelos. Un universo enviaba un mensaje, y otro lo recibía. Decididos a no perder más tiempo, comenzaron a elaborar el plan para salvar la Tierra. El último mensaje se recibió a las 11:37 a.m., y entonces apagaron el receptor. Si fracasaban, enviarían una señal a las 11:38 a.m.

Con tristeza, fuimos testigos de la catástrofe: la Tierra inicial fue destruida. Mensajes de otros mundos llegaron después de las 11:38 a.m., y así continuaron hasta que, al día siguiente, a las 9:11 a.m., arribó un mensaje de victoria. Las instrucciones eran claras y precisas. En otros mundos, el mensaje se replicó a la misma hora, y al ser idéntico, no hubo problema en su transmisión simultánea.

Incontables mundos perecieron para que otros tantos pudieran vivir.