02 noviembre 2015

Los grillitos musicales

En el crepúsculo, cuando la luz se desvanece y da paso a la oscuridad, los grillitos musicales emergen de su letargo diurno. No son simples insectos; en su exoesqueleto mecánico resuena una cajita de música, un arrullo que llena la noche de encanto. Al principio, cada grillo entona su propia nota, como músicos afinando sus instrumentos antes de un concierto. Pero a medida que la noche avanza, sus sonidos se entrelazan, sincronizándose en una melodía compartida que se extiende por el aire.

El mundo está repleto de estos grillos: los salseros que dan ritmo a las noches tropicales, los orquestales que imitan a grandes sinfonías, y mis predilectos, los grillos rockeros, cuyos acordes rebeldes vibran en la penumbra. Cada uno, con su estilo único, contribuye a la sinfonía global de la naturaleza.

Biólogos y músicos por igual se han dedicado al estudio de estos seres. Los primeros exploran su relación con el hábitat, su reproducción y evolución, y cómo su presencia afecta a los humanos. Han descubierto que los grillos más experimentados asumen el rol de maestros, enseñando a los jóvenes a perfeccionar sus ritmos. Los músicos, por su parte, se sumergen en el análisis de sus melodías, intentando capturar en partituras la esencia de su arte.

Los grillitos musicales, fieles a su hogar, pueden elegir quedarse o buscar nuevos horizontes, influenciados por los gustos musicales de los habitantes. Recuerdo a una joven que despreciaba la música orquestal hasta que una noche, bajo la luz de una luna resplandeciente, un grupo de grillos le interpretó el “Bolero de Ravel” a través de su ventana abierta. Desde entonces, su corazón late al compás de las orquestas.

Estos grillos también celebran la llegada de un nuevo ser con dulces melodías de cuna y, en momentos de duelo, sus tonadas reflejan la tristeza del adiós. Aunque algunos los encuentren molestos, para mí son un bálsamo; sus melodías me acompañan en noches de melancolía y alegría, marcando el ritmo de mis emociones.

Una vez, al regresar a casa con la noticia de mi primer amor, una fanfarria de grillos irrumpió desde un rincón, como si estuvieran al tanto de mis asuntos del corazón. No supe si reír o maravillarme de que estos pequeños seres musicales se hicieran eco de mi vida social.

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