18 febrero 2015

Recordando sueños

Hubo un tiempo en que amé a una mujer que tejía las horas a su antojo. Podía estirar un segundo hasta el infinito o comprimir un día en un parpadeo. Nuestro amor era un reloj sin manecillas, hasta que una discusión alteró su ritmo.

"¿Recuerdas lo que soñaste conmigo?" preguntó una mañana. La respuesta se desvaneció en mi memoria como estrellas al amanecer. Frustrada, dictó su veredicto: "Si al despertar, sientes que me has soñado y comienzas a olvidar, detendré el tiempo hasta que lo recuerdes."

Desde entonces, he vivido en un bucle perpetuo. Cada mañana, a las seis en punto, me levanto y lucho por recordar. Una y otra vez, 1324 veces, hasta que en el despertar número 1965, las imágenes regresaron nítidas y luminosas. Era el día que la conocí, cada detalle grabado en mi mente.

Ese fue el primer sueño con ella desde que impuso su condición temporal. Recordarla es una dulce tortura, pues hace años que nuestros caminos se dividieron, dejándome en un limbo de recuerdos y minutos que se repiten sin cesar.

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