14 enero 2015

Una promesa

En los días de nuestro noviazgo, redacté una misiva el 9 de febrero de 2014, y la deposité en un sobre lacrado. Le supliqué que me prometiera no abrir la carta bajo ninguna circunstancia, que solo rompiera el sello un año después, el 9 de febrero de 2015.

Los meses se sucedieron y nuestra relación se desvaneció, llevados por los caprichosos giros del destino, cada uno tomó su sendero. No hubo más noticias ni encuentros.

Ella, aún custodiaba la carta; la promesa ya no tenía peso y, movida por la curiosidad, abrió el sobre. Para su asombro, dentro había otro sobre con la inscripción:

-Aún no es momento de leerlo, sigue aguardando-

Lo guardó de nuevo, pero la impaciencia la venció antes de la fecha señalada, y volvió a abrir el sobre, encontrando otro más que decía:

-Estás cerca, no desesperes, mantén la calma-

"Debe ser una coincidencia", pensó ella, inquieta, y sin más espera, abrió el último sobre en ese instante. Se sentó en su cama, descubriendo otro sobre que advertía:

-Parece que te adelantas, pero espera el día indicado-

Ella dejó el sobre sobre el escritorio, decidida a no intentarlo más y a esperar la fecha acordada.

Llegó el 9 de febrero de 2015, y con un temor reverente por el contenido de la carta, tomó el sobre y lo abrió. Allí estaba, al fin, una hoja de papel con palabras impresas, sin más sobres. ¿Qué secretos revelaría? Esto fue lo que leyó:

"Un año ha transcurrido desde que te entregué esta carta. Quiero que sepas que en algún momento de hoy, leerás estas palabras. No dudes, ten la certeza de que al comenzar este 9 de febrero, estarás en mis pensamientos, rememorando aquel día sublime.

¿Estás leyendo esta carta en mi compañía? Si es así, búscame y abrázame, no ceses el abrazo, porque te amo. Pero si no estoy a tu lado, no te aflijas, estaré en algún lugar pensando en ti, deseándote lo mejor y rogando que sonrías. ¡Vamos, sonríe! Así es como deseo verte, quiero que sepas que siempre te amaré.

Ya lo dije una vez y lo repito ahora:
La vida está llena de giros inesperados. Dejemos que las cosas fluyan como deben, si caemos, nos levantaremos; si nos herimos, sanaremos; si duele, el dolor pasará. Pero nunca dejemos de amar, porque amar, llorar, reír, soñar y sufrir son simplemente señales de que estamos vivos."

Ella guardó la carta, esta vez con lágrimas en los ojos, pero también con una sonrisa en su rostro.

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